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CIUDAD DE MÉXICO.- Si había algo que obsesionaba a Gabriel García Márquez tanto como la literatura era el periodismo. Más de una vez lo proclamó: “Siempre me he considerado un periodista, por encima de todo”.

De ahí esa preocupación permanente por formar buenos reporteros que escribieran buenos periódicos. Alma Guillermoprieto, la gran cronista mexicana, cuenta que el día que la llamó para proponerle ser una de las maestras de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que él acababa de inventar, creyó que el maestro deliraba, pero aceptó feliz.

La Fundación nació en 1994 como una escuela itinerante donde se reunían maestros y jóvenes alumnos. La idea era sacarlos de las rígidas y grises redacciones, y llevarlos a compartir largas jornadas hablando del oficio con periodistas veteranos como Tomás Eloy Martínez, Miguel Ángel Bastenier, Germán Castro Caycedo y Álex Grijelmo.

Lo aprendido se ponía en práctica y los muchachos podían escribir textos que pasaban por las manos de esa nómina de editores de lujo. Muchas veces Gabo acudía como invitado especial o incluso ejercía él mismo de profesor. 

La experiencia parecía como de otro mundo. El maestro era tan afable y cercano en esos encuentros fugaces, que a veces costaba creer que se estaba delante de un ganador del Nobel de Literatura.

Cada taller era insuperable. Un privilegio como pocos. Gabo discutía de tú a tú con sus alumnos sobre las difusas fronteras entre la crónica y el reportaje; el riesgo de aburrirse escribiendo y aburrir al lector; la importancia de sentarse a escribir con el comienzo y el final de la nota en la cabeza, el peligro de alargar una historia (“un reportaje llega hasta donde tiene que llegar”, decía) y la conveniencia de desterrar los adverbios.

García Márquez era maestro y consejero: en esos días uno podía sentarse a su lado y contarle lo que había descubierto durante una reportería, consultarle un título, un enfoque, una manera de narrar. “Tú no te has dado cuenta, pero en eso que me acabas de decir está el lead de tu reportaje”, le soltó alguna vez a un alumno de uno de sus talleres.