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La persona que se dispone a comprar el licor es una adolescente de 14 años. Menuda, morena, sin pintar, con brackets en los dientes y el pelo recogido en una coleta, Laura aparenta los años que tiene. Ni uno más. Quizá incluso alguno menos. A pesar de ello, le resulta muy fácil conseguir un viernes por la noche cuatro litros de cerveza, dos de vino, una botella de Martini y otra de ginebra. Si hubiera querido, podría haber logrado un arsenal de bebida que tumbaría a cualquier bebedor empedernido.

En cinco establecimientos del centro de Madrid —dos de grandes cadenas de supermercados y tres de alimentación regentados por ciudadanos chinos— le vendieron alcohol a una menor de aspecto aniñado sin pestañear. Al pasar por caja nadie le pidió el DNI. En algunos, como el de la ginebra grande o pequeña, tenían el alcohol detrás del mostrador, por lo que tuvo que pedirlo directamente a los dependientes, que se lo dieron sin problema. Solo en tres tiendas —también regentadas por chinos— se negaron. “Es por la niña que murió, ¿sabes?”, argumentó la dueña de un local. “No quiero líos”. Se refería a la menor, de 12 años, fallecida el pasado 1 de noviembre por un coma etílico en San Martín de la Vega (Madrid).

Menores que acaban en el hospital

El fallecimiento de la niña ha causado una gran alarma en una sociedad con una gran permisividad hacia el consumo y la venta de alcohol a menores. Los expertos sanitarios aseguran que casos tan graves y con desenlace fatal son aislados, pero los datos muestran una realidad poco tranquilizadora: al menos 5.000 menores fueron atendidos por intoxicación etílica en 2015 por los servicios de urgencias en España, según información recabada por este periódico de las diferentes consejerías de Sanidad de las comunidades autónomas.

El número total es sin duda mucho mayor. No todas las regiones recogen estadísticamente el número de menores borrachos que acaban en una ambulancia, hospital o centro de salud. Y, cuando lo hacen, algunas registran la cifra de chavales atendidos en todas las urgencias mientras otras refieren solo las urgencias hospitalarias o solo las extrahospitalarias. Algunas registran a todos los menores y otras solo a los menores de 15, o solo a los mayores de esta edad. Además, cada hospital recoge los datos de una forma distinta.

“Sería esencial crear un indicador nacional para hacer una radiografía correcta”, afirma Francisco de Asís Babín, delegado para el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad. “Esos 5.000 menores son solo la punta del iceberg. En esa cifra son todos los que están pero no están todos los que son. Los que llegan a urgencias y no aparecen en las estadísticas son muchos, y muchos más los que precisarían ayuda médica pero se quedan solos y desprotegidos esperando a que se les pase la borrachera”.