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Phiona Mutesi era una niña con mucha hambre aquel día de 2006 en Katwe, uno de los peores sitios del mundo para vivir, en las afueras de Kampala (Uganda). Descubrió el ajedrez en un centro de caridad y eso cambió su destino. Cree que su edad actual es 20 años. El miércoles voló de la Olimpiada de Bakú (Azerbaiyán) a Toronto (Canadá) donde el sábado se estrena una película producida por Disney sobre su asombrosa vida.

En un ambiente de asesinatos, robos y prostitución, Phiona perdió a su padre por sida a los tres años, y se quedó sin techo porque su madre no podía pagarlo. “Tenía unos diez años cuando un día seguí a mi hermano en busca de comida, y así conocí a Robert Katende, un misionero que alimentaba a los niños a cambio de que aprendieran a jugar al ajedrez”, recuerda por enésima vez, acostumbrada ya a los micrófonos y cámaras. A los hombres del suburbio no les gustaba la nueva afición de Phiona, porque el ajedrez era un juego de blancos, pero ella porfió en visitar a Katende, quien descubrió que tenía un talento extraordinario. Y pronto empezó a competir, con éxito.

La confianza en sí misma que muestra ahora contrasta con la cara de asombro que tenía en la Olimpiada de Janti Mansiisk (Rusia) en 2010. Aquella adolescente de unos 14 años había volado de Uganda a Siberia como miembro de su equipo nacional femenino, descubriendo de golpe lo que era un aeropuerto, un avión, un hotel, una cama enorme sólo para ella, grandes bandejas llenas de comida para elegir sin límite… y, sobre todo descubrió que mucha gente vivía mucho mejor de lo que es normal en su país. Lo más lejos que había ido hasta entonces era Sudán, donde ella y sus colegas del suburbio de Katwe ganaron un encuentro internacional, y toneladas de autoestima. Estas frases de Tim Crothers, autor de un libro publicado en EEUU sobre Phiona, ayudan a entenderlo: “Nacer africano es ser un marginado en el mundo. Nacer en Uganda es ser un marginado en África. Nacer en Katwe es ser un marginado en Uganda. Nacer niña es ser una marginada en Katwe”.

Katende tiene claro por qué el ajedrez da tan buenos resultados en su arrabal: “Enseña a los niños a evaluar, a tomar decisiones lógicas y, lo más importante en este contexto, a no darse nunca por vencidos. En situaciones tan extremas como la de Phiona cuando la conocí, eso es fundamental”.

El objetivo de Phiona en el deporte mental es ser gran maestra, pero de momento está muy ocupada en su vida de estrella y la promoción de La reina de Katwe, que se estrena el sábado en el Festival de Cine de Toronto. Le ha comprado una casa a su madre e invierte parte de sus ingresos en centros donde se enseña ajedrez a niños. Hace dos años, tras una larga gira de promoción por EEUU, sentenció: “Nueva York no me gusta. Demasiado ruido”. Y cuando vuelve a Kampala ya no tiene que explicar más veces que ha vuelto a montar en “el pájaro plateado”.