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Robert Alexander pasa parte de su día escuchando un suave ruido blanco, parecido al agua cayendo en el exterior de una casa durante una tormenta. Cada cierto tiempo, escucha un sonido anómalo y marca el momento correspondiente en el archivo de audio. Alexander está escuchando el campo magnético del Sol y marcando áreas potenciales de interés. Después de sólo 10 minutos, ha escuchado los datos de todo un mes.

Alexander, de la Universidad de Michigan, es especialista en sonificación (la representación fiel en forma de sonido de datos que no necesariamente son acústicos en origen), y adiestra a los heliofísicos del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, en Greenbelt, Maryland, Estados Unidos, para distinguir sutiles diferencias al escuchar datos de satélites en vez de mirarlos.

En ciertos casos, los científicos pueden usar sus oídos en vez de sus ojos para procesar datos más rápidamente, y para detectar más detalles, que a través de análisis visual. No es una técnica que se haya aprovechado mucho, y son pocos quienes han dedicado tiempo y esfuerzos a ella. Una de estos pioneros ha sido la astrofísica Fiorella Terenzi (ver el artículo que publicamos en 1996 en Amazings (http://www.amazings.com/articulos/articulo0010.html), aunque su labor en este campo ha sido más conocida por su vertiente divulgativa y artística.

El actual objetivo de Alexander es mejorar y cuantificar el éxito de estas técnicas.

La NASA produce una enorme cantidad de datos a través de sus satélites. Explorar tantos datos puede ser difícil. Alexander cree que la sonificación ofrece una prometedora vía suplementaria a las técnicas estándar de análisis visual.

Alexander trabaja con Robert Wicks en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA para analizar las observaciones de alta resolución del Sol. Wicks estudia el flujo constante de partículas procedente de nuestra estrella más cercana, conocido como viento solar, un viento que puede causar efectos de meteorología espacial que interfieran con la tecnología humana cerca de la Tierra. El equipo utiliza datos del satélite Wind de la NASA. Lanzado en 1994, Wind orbita a un punto situado entre la Tierra y el Sol, observando constantemente la temperatura, densidad, velocidad y campo magnético del viento solar a medida que pasa junto a nosotros.

Wicks analiza los cambios en los datos del Wind del campo magnético.

Alexander y sus colaboradores crearon clips de audio a partir de los datos y los compartieron con los investigadores. Si bien los datos originales del satélite Wind no estaban en formato de audio, la nave registra fluctuaciones electromagnéticas que pueden ser convertidas directamente en muestras de audio. Alexander y su equipo usaron algoritmos de ordenador preparados a la medida para convertir esas frecuencias electromagnéticas en sonido. En ciertos tipos de datos, escuchar una versión sonora de los mismos permite acelerar notablemente su revisión en busca de algo inusual.

Escuchar en formato sonoro datos reunidos por satélites y sondas espaciales, aunque poco habitual, tiene una historia que se remonta a bastante tiempo atrás. En un estudio de 1982, unos investigadores usaron sonificación para estudiar micrometeoroides, o pequeñas partículas que golpeaban a la sonda Voyager 2 a medida que atravesaba los anillos de Saturno. Los impactos eran visualmente difíciles de advertir en los datos pero podían ser oídos con facilidad, sonando como impulsos intensos, casi como una granizada.

Sin embargo, estos métodos no se usan a menudo en la comunidad científica porque requieren de un cierto nivel de familiaridad con los sonidos. Por ejemplo, el oyente necesita tener un buen conocimiento de cómo suena la turbulencia típica del viento solar, para poder identificar patrones atípicos.

Alexander pasó inicialmente varios meses con Wicks, enseñándole a escuchar los datos del magnetómetro y a reconocer ciertos elementos importantes. Pero el duro trabajo está dando sus frutos a medida que el análisis se hace más rápido y más fácil, llevando a nuevas comprobaciones de datos con una eficiencia mayor que lo alcanzable mediante las técnicas tradicionales. La clave es pues entrenar el oído. En ciertas modalidades del análisis de datos, un oído entrenado puede hacer cosas que superan ampliamente a la mejor de las vistas entrenadas.