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El lugar más concurrido, como de costumbre, fue el conocido “Patinadero”, en la orilla del río Bravo. Un estacionamiento improvisado formaba pequeños fuertes familiares constituidos por 10 o hasta 30 personas, como en el caso de la familia Vázquez.

Parque Viveros también mostró una gran afluencia, pero no tanta como en años anteriores, según elementos de Protección Civil y Bomberos, quienes montaron guardia en las riberas.

En calles transitadas al interior de las zonas residenciales de Nuevo Laredo también se percibía el mismo ambiente festivo del Domingo de Pascua, aunque un poco más privado.

Frente a los portones o detrás de paredes grandes y pequeñas se reunieron los neolaredenses. Aprovecharon la falta parcial de sol y el clima templado para disfrutar, una vez más, la liturgia que da sentido a la creencia judeocristiana de todo el mundo.