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El próximo 3 de marzo será lanzado a nivel mundial el Nintendo Switch, un híbrido entre dos de los principales pilares de Nintendo: las consolas caseras y las portátiles. Irónicamente, en cuanto a éxito comercial, estas dos áreas se han vuelto polos opuestos en los últimos años, y por eso la compañía japonesa enfrenta una exhaustiva serie de retos a vencer, siendo uno de ellos el reconectarse con las nuevas generaciones.

Nintendo inventó la actual industria de los videojuegos. Al día de hoy, más de una generación ya creció con sus consolas en casa, y conocen sus propiedades intelectuales desde siempre. Hace 20 años, los productos de Nintendo todavía se consideraban como infantiles. Sin embargo, hoy sus consolas se convirtieron en productos que consumen los adultos todavía casados con la marca, mientras que los niños crecen más cercanos a los juegos para smartphones y tablets. Por su lado, PlayStation y Xbox han sabido evolucionar junto al mercado y las diferentes tendencias en la cultura, el consumo de contenido, la tecnología, las redes sociales, etc. En el lado de Nintendo se nota un rezago de varios años, que está afectando su cuota de mercado, y es por eso que la compañía -más que nunca- requiere de una renovación en la forma en que los jugadores jóvenes los perciben.

Los polos opuestos del Nintendo Switch son representados por el Wii U -considerado un fracaso de las consolas caseras y el último lugar en ventas de su generación-, y el Nintendo 3DS, una mina de oro que ha visto numerosas reediciones desde su lanzamiento original. El Nintendo Switch intenta juntar lo mejor de estos dos mundos en una consola que consiste en una tablet autónoma, que además se puede colocar sobre un dock que permite seguir jugando en una televisión, como si fuera una consola casera. El puro concepto suena bastante atractivo, pero a la vez demandante: llevado a cabo correctamente puede ser un gran éxito, pero un par de errores podrían convertirlo en un desastre.